El placer de descubrir

El placer de descubrir. Por Richard P. Feynman. pocos universos intelectuales
—si es que alguno— ha estado mejor poblados a lo largo del siglo XX que el de
la física. Nombres como Eintein, Planck, Heisenberg, Bohr, Rutherford o Dirac
muestran con claridad y rotundidad semejante afirmación. Pero cualquiera que
sea la lista que elabore de ciudadanos distinguidos de ese universo no puede
faltar ella el nombre de Richard P. Feynman. Por la originalidad y número de
sus contribuciones a la física, desde luego, pero también por la claridad y
desenfado con que se movió y comunicó por el conjunto de la ciencia
contemporánea, en el que fue universalmente admirado y querido. A través de
una selección de sus mejores ensayos de entrevistas que protagonizó, El placer
de descubrir permite acceder al mundo personal, social y científico de
Feynnman. A, por ejemplo, sus aventuras mientras participo en el Proyecto
Manhattan, cuando se divertía —y escandalizaba— descifrando las claves de
cajas fuertes, o a cómo se inicio, siendo un niño en el estudio de la
naturaleza (en el «placer de descubrí»), que terminaría ocupado toda si vida.